Entre las tradiciones arrasadas por la desolación de la piedad popular, sufrida también por los católicos gijoneses en la década de los años setenta del pasado siglo, se encuentra la procesión de la Virgen de Begoña, en cuyo honor se celebran las fiestas veraniegas de nuestra villa.
La tradición mandaba que esta festividad se solemnizara con una Misa solemne, en la mañana del día 15, a la que asistían autoridades municipales y provinciales, encabezadas por el Gobernador de la Provincia. La celebración era seguida de una concurrida procesión de la Virgen de Begoña, con participación de las mismas autoridades, que recorría siempre la calle de San Bernardo para llegar, a la altura de la que es hoy plaza del Instituto, hasta la calle Jovellanos, proseguir por las calles de los Moros, Fernández Vallín, y de nuevo el paseo de Begoña. Allí concluía la celebración religiosa con una sonora traca, antecedente sin duda del insulso “restallón” que atruena ahora a los gijoneses cada 15 de agosto.
La hemeroteca de Gijón nos acerca a aquellas celebraciones no tan lejanas, recogidas en las páginas del desaparecido diario Voluntad.
No se trata de simple nostalgia, pero ustedes podrán comparar con la triste actualidad a la que han quedado reducidos los cultos locales en honor de la Virgen de Begoña.
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