martes, 17 de agosto de 2010

¡QUÉ NIVEL...!

El pasado domingo día 15, festividad de la Asunción de la Virgen María, la parroquia de Ntra. Sra. de Begoña, regentada por los PP. Carmelitas, acogió la celebración religiosa principal en honor de su titular, festejada tradicionalmente en la Semana Grande de Gijón (aunque no sea ni haya sido nunca la patrona de la villa), que contó con la asistencia de las autoridades locales.

En esta fotografía, tomada del diario El Comercio podemos advertir algunas irregularidades litúrgicas, que una vez más, y por lo que suponen de abuso y falta de respeto a los fieles (que tienen derecho a acceder a una liturgia auténticamente católica y celebrada conforme a las rúbricas de la Iglesia), lamentamos tener que denunciar. Siguiendo una moda extendida, que no por ello deja de ser abusiva, contemplamos como el celebrante principal, y párroco del citado templo, no aparece revestido con la preceptiva casulla para presidir la celebración de la santa Misa. En la tradición católica vestir la casulla representa “revestirse de la caridad de Cristo” para la celebración. Algunos sacerdotes sin embargo, y como es el caso, prefieren arbitrariamente prescindir de ella, y mostrarnos ostentosamente sólo la estola, que únicamente es símbolo de su condición sacerdotal. Es decir, cometiendo un grave error, anteponen su autoridad sacerdotal a la caridad de Cristo. Mal ejemplo el que dan.

Por no hablar ya de las coloquialmente conocidas como “albas pre-mamá”, que algunos de los concelebrantes lucen sin ceñir con el preceptivo cíngulo litúrgico. Y es que en este caso, y aparte de la irregularidad litúrgica que ello supone, constituyen un auténtico atentado a la estética más elemental. Pero tal parece como si en algunas parroquias no hubiera espejos.

El citado diario subtitula la crónica de la Misa destacando que “los carmelitas despiden a la alcaldesa con piropos en la Misa de Begoña” (sic). Ustedes juzgarán por sí mismos, pero aquí el abuso tal vez roce la irreverencia, porque un templo, y mucho más la celebración de una Misa, no es el lugar para piropear a nadie, por muchos méritos que adornen al alabado, que en eso ya no vamos a entrar. El piropo en cuestión (“echaremos de menos esos gueyos verdes”), vertido por un carmelita y falto además de toda originalidad (pues está copiado literalmente de una frase socarrona lanzada por un alcalde ovetense en un contexto pagano, festivo, y bien distinto), suena burdo, servil, y fuera de lugar pronunciado en una celebración litúrgica. Resulta lamentable que quienes están llamados a preservar el decoro y la sacralidad de los lugares y funciones religiosas, ofrezcan públicamente semejante espectáculo. Y es que algunos, a fuerza de querer hacerse los graciosos, resultan simplemente patéticos.

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