D.
Jesús Sanz tomó ya posesión, esta mañana y en la
catedral de Oviedo, como nuevo Arzobispo de la diócesis.
Podrían destacarse muchas notas de la ceremonia: la nutrida asistencia de fieles, la no menor presencia de cardenales, prelados y sacerdotes, o una incipiente tendencia hacía la mejoría en la calidad litúrgica de nuestra catedral.
Pero, sin duda, la nota más destacada fue la sobresaliente
homilía (no se la pierdan, léanla entera) del nuevo Arzobispo, que destacó por su
belleza y claridad.
Claridad a la hora de defender la vida humana, la familia y la libertad de educación. No anda descaminado nuestro pastor al identificar los peligros y amenazas que, con mayor gravedad y virulencia, se ciernen sobre nosotros.
Claridad para decir que llega como “quien tiene algo que decir y hacer en nombre del Señor y desde su Iglesia, y que lo quiere hacer con todos los que se me confían cultivando de veras, no un vulnerable consenso a veces tan ajeno a nuestra tradición, sino una fraterna comunión que sabe unir la caridad en la verdad, y la verdad en la caridad”. Esta referencia nos ha evocado la belleza de la reciente encíclica papal “Caritas in veritate”, y aquello de que nunca hay verdadera caridad sin la verdad.
Belleza para hacer una pública declaración de amor: “Amo al Señor sobre todas las cosas, amo a la Iglesia con toda mi alma como hijo de San Francisco, amo el tiempo de mi época y a la gente de esta generación que se me confía”. Y fina ironía para añadir que “vengo en el nombre del Señor, y no soy ni tan santo ni tan temible como algunos han querido presentarme”. Y para que todos se den cuenta de que no se le escapan las turbias maniobras de algunos sectores mediáticos y eclesiales, ha añadido con humor: “El Santo Padre cuando nos propone como obispos para una Sede, se dice que nos preconiza. Pero algunos observadores mediáticos, políticos o clericales con sus deseos o sus temores parece que más bien nos “precocinan”. Y tanto, D. Jesús, añadiríamos.
Nos ha sorprendido por su dominio de los idiomas al saludar en alemán e italiano a los asistentes de aquellas tierras. Y no faltó una brevísima invocación en bable a la Santina, que, por su parquedad, pensamos que debemos interpretar como una muestra de afecto y cercanía a todos los asturianos, más que como proximidad a las desaforadas pretensiones de algunos sectores minoritarios de nuestra sociedad regional.
La sensación de acierto y oportunidad que nos ha dejado esta primera intervención pública de nuestro nuevo Prelado, hace aumentar los deseos de poder escucharlo próximamente en nuestra ciudad de Gijón. Sus dotes de fino orador, contemplando al mismo tiempo como fondo la belleza del triunfo de los justos lograda por los hermanos Immenkamp, lograrán, sin duda, una buena armonía. Y nosotros que lo veamos y escuchemos.