La capital del Principado rindió ayer homenaje público al anterior Arzobispo de Oviedo, monseñor Carlos Osoro, a quién dedicó una nueva plaza en su callejero.
Fue un acto entrañable y sentido, al que no faltaron, además del propio homenajeado, el actual Arzobispo de Oviedo, los alcaldes de Oviedo y Santander, el Delegado del Gobierno en Asturias, y numerosos sacerdotes y fieles llegados de toda la región.
Lejos de la pompa y circunstancia, y de las alharacas oficialistas (que no es tiempo ni momento para entrar a juzgar los honores y distinciones que se otorgan en nuestra villa, y los manejos que más de una vez dejan traslucir) este humilde blog quiere dedicar hoy también un sentido reconocimiento, desde Gijón, a la figura de Carlos Osoro. Reconocimiento que creemos es compartido por numerosos gijoneses.
En sus siete largos años de pontificado, monseñor Osoro se distinguió por una permanente atención a las necesidades pastorales del principal núcleo urbano de Asturias. En él quiso presentarse al día siguiente mismo de su toma de posesión. Fue el primero, y hasta ahora el único, Arzobispo de Oviedo que estableció un despacho permanente y regular en nuestra villa. Su presencia en la ciudad se hizo cotidiana y normal, empezando por los encuentros mensuales de oración con los jóvenes. Fue el impulsor decidido de las obras de rehabilitación de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús y de su conversión en Basílica, dotando así a nuestra ciudad de un templo de tal categoría y de una cátedra propia para el Arzobispo. Y también inició una acertada política de nombramientos parroquiales en nuestra villa.
Todo ello acompañado de la proverbial cercanía y proximidad que caracterizó toda la labor pastoral de D. Carlos Osoro, y que logró calar en el ánimo y en el corazón de muchos gijoneses. Lo sabemos por experiencia y por ello, y en justicia, queremos reconocerlo.
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