La primera Misa del nuevo Arzobispo de Oviedo, monseñor Sanz, en la Basílica de Gijón, celebrada este mediodía, tuvo por marco una hermosa mañana de Pascua. La claridad de un soleado día inundaba de luz, a través de las excepcionales vidrieras, el interior de un templo abarrotado de fieles para la ocasión. Y ello a pesar del “apagón informativo” que rodeó la celebración (curiosamente ninguno de los medios de comunicación local, que hoy no ahorraban páginas para hacerse eco de salves rocieras o para seguir insistiendo con el tema recurrente de las acusaciones de pederastia a un reducido número de clérigos, anunció este importante acontecimiento). Así pues del éxito de la convocatoria, a pesar de los pesares, deberían tomar buena nota quienes se empeñan en buscar lugares alternativos, y menos adecuados, para algunas celebraciones que, si bien potencialmente deberían convocar a mayor número de personas, acaban resultando menos multitudinarias y concurridas que la de esta mañana.
Acompañaron en el altar al Sr. Arzobispo, el rector de la Basílica, Rvdo. D. Julián Herrojo, y los sacerdotes que colaboran en la atención pastoral de este templo: reverendos D. José Miguel Marqués, D. Javier Vilumbrales, y D. José María de la Riva.
D. Jesús Sanz comentó en su homilía el Evangelio del día. Invitó a todos a convertirse en testigos valientes y convencidos de la Resurrección de Cristo. Una resurrección que quizá podamos contar con los labios pero tal vez no del todo con nuestra vida. Algo parecido a lo que les ocurrió a los discípulos que no fueron capaces de mover y conmover la debilidad incrédula del ausente, Santo Tomás, quizá porque aún no habían hecho del todo suya aquella victoria sobre la muerte que contaban sus labios.
D. Jesús mostró también su alegría por encontrarse en la Basílica y Santuario del Sagrado Corazón de Gijón, al que definió como “un lugar particularmente querido en nuestra diócesis”, expresando igualmente sus deseos de poder volver con frecuencia al mismo. Destacó como en este templo, casi reestrenado, “nos asombra, al menos a mí muchas veces, la belleza que aquí se escondía y que ocultaban la suciedad y el humo”. Subrayó como mirando esta basílica, el recinto, sus imágenes y pinturas, contemplamos una belleza que nos habla de una belleza mayor, la que coincide con lo que late en el corazón del hombre.
También manifestó su gran satisfacción por el encuentro que había mantenido a lo largo de la mañana con los sacerdotes y personal colaborador de la basílica.
Mención particular merece el brillante apartado musical de la ceremonia. Sobresaliente por su dignidad y belleza fue la intervención de la Escolanía de Gijón, reforzada por miembros del Instituto Diocesano de Música Litúrgica e integrantes de algunos coros parroquiales (San Lorenzo, Corazón de María, y Arciprestal de Oviedo), todos bajo la dirección magistral del Maestro de Capilla de la Basílica, el Rvdo. Emilio García Rodríguez. Nos alegramos por esta destacada contribución a la dignidad litúrgica del principal templo de la ciudad, aunque ello no haga más que poner en evidencia la ramplonería musical que desgraciadamente continúa siendo más frecuente de lo deseable en muchos de nuestros templos locales.
Al termino de la santa Misa, y en la puerta del templo, D. Jesús recibió las muestras de cariño y afecto que le testimoniaron los numerosos fieles que quisieron acercarse a saludarle personalmente.
En definitiva una memorable mañana de Pascua para todos los fieles de Gijón.
¿No fue raro que estuviesen sólo los adscritos y el rector? Da que pensar....
ResponderEliminarPues estaban justamente los que tenían que estar y punto...
ResponderEliminarLógico que sólo estuvieran los adscritos, se trataba de una visita a la Basílica, no de un acto a nivel arciprestal, por ejemplo. Y hay que recordar que cuando tuvo lugar la celebración arciprestal hubo menos fieles que los que abarrotaron el domingo pasado la Basílica. Eso sí que es curioso y destacable.
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