viernes, 21 de mayo de 2010

DISCUSIONES BIZANTINAS, O COMO VIVIR FUERA DE LA REALIDAD

Resulta desalentador que con la que está cayendo, y el ámbito religioso no es desgraciadamente una excepción, algunos de los llamados en primer término a trabajar y arrimar el hombro, pierdan su tiempo y sus energías en discusiones bizantinas. Para agravarlo más tampoco se piensen que de gran altura intelectual, no se trata de debatir ahora sobre el “sexo de los ángeles”, ni mucho menos.

Gijón no es una excepción, sino más bien un paradigma en algunos aspectos, de la sed de trascendencia que acaba provocando una sociedad relativista y desnortada como la nuestra, y que en muchos casos, y desgraciadamente, no encuentra cauce adecuado para ser saciada. Antes bien el nivel de práctica religiosa en nuestros templos disminuye de forma alarmante, mientras aumenta la media de edad de los asistentes. Los confesionarios, allí donde todavía existen, se encuentran en muchos casos vacíos y criando telas de araña, sin encontrar pacientes seguidores del santo cura de Ars que aguarden la llegada del penitente necesitado del perdón o de la palabra de aliento. Y una sociedad cambiante y cambiada se encuentra, en muchos casos, con respuestas y planteamientos pastorales anclados en estereotipos de hace tres décadas.

Pues frente a esa situación, compleja y difícil, pero que constituye a la vez todo un reto pastoral, algunos cifran sus preocupaciones en cuestiones tan trascendentales como el lugar en el que tienen que ser recibidos y escuchados. Me citan en el salón rosa, y yo me niego porque quiero que sea en el salón azul… Y así nos tiramos unos cuantos días mal gastando tiempo y esfuerzos en discusiones estériles sobre el color o emplazamiento del salón en el que debo ser recibido, y cometiendo además la grosería de tratar de enmendarle la plana al anfitrión (que en buena lógica es el único que tiene capacidad para decidir dónde y cuándo recibe), con el agravante de que este último es encima un superior.

Y en esas andamos, “cosas veredes, Sancho, que harán temblar las paredes”.

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