Si hace tan sólo unos días nos permitíamos sugerir algunos cambios formales en los actos religiosos del día de San Pedro, nos alegramos al comprobar que la nueva Alcaldesa de Gijón parece compartir algunos de nuestros criterios.
Dña. Carmen Moriyón, rompiendo la costumbre de sus predecesores (tan dados, como casi todos los políticos, a la complacencia y el autobombo, encantados ellos de haberse conocido), ha declinado pronunciar discurso alguno en el acto de bendición de las aguas celebrado ayer, que siguió desde un discreto segundo plano, sin encaramarse tampoco al estrado para confundirse entre los ministros sagrados.
Dando con ello toda una lección de sobriedad, elegancia y saber estar, Dña. Carmen parece demostrar que ha sabido captar bien la naturaleza y esencia de este acto, de carácter religioso, que no es el lugar ni el momento para dedicarse a enhebrar retahílas de “gracietas”, o para tratar de “vender la burra” a la concurrencia.
También nos congratula comprobar como alguna cronista local pide ya en un medio escrito, como habíamos hecho nosotros, que se refuerce y amplíe la dimensión popular y festiva del día del patrono (romería, jira popular, comida en la calle u otras iniciativas). Ello permitiría, como ya apuntábamos, trasladar a ese marco los cantos de chigre y otras expresiones legítimas, que resultan tan poco adecuadas para una celebración litúrgica. También facilitaría que la bendición de las aguas pudiera retornar a su fecha tradicional, el día de San Juan, sin por ello dejar huérfano de celebraciones festivas y honores a San Pedro.
Para cerrar el círculo sólo faltaría recuperar el litúrgico hisopo a la hora de bendecir las aguas, sustituyendo así las anacrónicas “calderadas”, a las que sólo parece faltarles que les preceda el olvidado y castizo grito de “¡agua va…!”
Fotografías del diario La Nueva España
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