lunes, 27 de junio de 2011

DE BENDICIONES, POLÉMICAS Y CALDEROS

Próxima la festividad de San Pedro, patrono de la villa, que se celebrará con Misa solemne en la parroquia mayor y bendición de las aguas, se anuncia de nuevo una polémica, ante las críticas nuevamente vertidas por una plataforma, que se autodenomina “Asturias Laica”, contraria a la presencia de las autoridades municipales en estos actos religiosos.

Ni que decir tiene que no compartimos, ni por asomo, las críticas de estos grupos radicales, y por demás notoriamente minoritarios. Vivimos en un estado “aconfesional”, lo que significa, simplemente, que ninguna religión tiene carácter oficial, y no, en modo alguno, que la religión tenga que ser despreciada o proscrita del ámbito público para ser relegada únicamente a lo privado. Es más, estos laicistas radicales parecen olvidar lo que consagra expresamente nuestra Constitución: “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la iglesia católica y las demás confesiones.” (artículo 16).

Que la sociedad gijonesa es mayoritaria y socialmente católica es una evidencia, por más que les moleste a algunos. Que nuestra villa hunde sus raíces históricas y culturales en la tradición de la religión católica también lo es, basta comprobar que el escudo de nuestra villa tiene como centro la figura de un rey católico enarbolando la Cruz de Cristo. A ello se añaden los estrechos vínculos históricos existentes entre el Ayuntamiento y la parroquia de la villa, encomendada al patronazgo de San Pedro. Y por si todo esto fuera poco, cabe invocar una simple razón de sentido común, los católicos locales son tan gijoneses como el que más, y por tanto tienen derecho también a que en sus celebraciones principales participen las autoridades locales, que lo son de todos los gijoneses. También de los católicos, que no somos unos apestados.

Dicho todo esto, también nos gustaría realizar algunas precisiones con ánimo constructivo. Como puede verse en las páginas del desaparecido diario “Voluntad”, que reproducimos (todas las imágenes pueden ampliarse pinchando sobre ellas), la tradición auténticamente gijonesa era que la bendición de las aguas del mar se realizara en la festividad de San Juan Bautista, no en la de San Pedro, con presencia de las autoridades locales, pero sin que estas se arrogaran un protagonismo que no les corresponde.

Pensamos que este es el enfoque adecuado para este tipo de celebración, y por tanto defendemos que esta bendición vuelva a realizarse el día de San Juan Bautista, como manda la tradición. Con presencia de las autoridades locales, como máximos representantes de la ciudadanía, pero sin que éstas se inmiscuyan en la función religiosa de bendición que, con arreglo a las rúbricas, y en nuestra modesta opinión, compete sólo a los ministros sagrados. Esta celebración debería además purificarse de adherencias que rompen de forma evidente el tracto litúrgico de una función religiosa (como lo es una bendición). Pensamos así en algunos discursos satíricos o políticos que suelen intercalarse, o algunas canciones profanas y populares, como ese “Gijón del alma”, composición de dudoso gusto musical y pésimo estilo literario, que algunos se empeñan en imponernos como himno local.

En la Iglesia católica, salvo para casos extremos de necesidad o ausencia de ministro, las bendiciones son impartidas por los sacerdotes, que actúan también en este caso “in persona Christi”, utilizando normalmente el hisopo para la aspersión con el agua bendita. Así puede verse también en las fotografías antiguas de la bendición de las aguas, que reproducimos, cuando, a pesar de tratarse entonces de un estado confesional y católico, las autoridades municipales asistían a la ceremonia discretamente, en un segundo plano, y sin restar un ápice de protagonismo a la celebración litúrgica.

Sorprende, en los últimos años, la utilización de calderos, palancanas o alcarrazas (objetos en modo alguno litúrgicos) para realizar la bendición de las aguas, y sorprende aún mucho más que sea el regidor o regidora de turno el que vierta el agua bendita ( vean la fotografía del año pasado) para bendecir las aguas de la bahía. ¿Alguien se imagina a un alcalde/alcaldesa vertiendo agua bendita sobre ramos y palmas el Domingo de Ramos?. Pues en las mismas estamos, y aquí si que tienen razón (aunque ellos ni lo adivinen, porque sus razonamientos son más básicos y errados) los laicos radicales cuando muestran carteles en los que afirman: “Sra. Alcaldesa, ese no es su sitio”.

Y ello con independencia del color político del gobernante local, aunque, todo hay que decirlo, sorprende todavía más cuando éste pertenece a formaciones políticas que no se han caracterizado nunca, en Gijón tampoco, por su proximidad a los postulados de la fe católica.

Resumiendo, pensamos que la bendición de las aguas debe volver al día de San Juan Bautista. Con presencia de las autoridades locales, pero sin que éstas se inmiscuyan en lo que debiera ser mera función litúrgica.

También consideramos que debe mantenerse, y reforzarse, la celebración de San Pedro, patrono de la villa. Preservando, por supuesto, su carácter festivo local, la Misa solemne, también con presencia de las autoridades locales, y las celebraciones populares que la caracterizaron, con verbenas, voladores, bailes regionales y demás. Y ahí si puede tener cabida, por ejemplo, una comida popular, espicha, romería, o lo que se tercie. Ese puede ser el sitio correcto para discursos festivos y jocosos o para canciones de chigre. Ahí tenemos el ejemplo capitalino de Oviedo, donde con el caldo de Ramos y las fresas del Corpus, saben bien diferenciar lo que es celebración religiosa de la normal convivencia y cordiales relaciones entre Iglesia y autoridades locales.

Y es que en todo hay que tratar de aplicar la razón y la inteligencia, y con el “totum revolutum” actual, y sin quererlo, tal vez estemos ofreciendo argumentos a quienes no los tienen.

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