jueves, 22 de octubre de 2009

EL PATRIMONIO DISPERSO DE LA BASÍLICA DE GIJON (Y II)

Si el sagrario y el Cristo de Blay son las piezas cuya retirada de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús más llamó la atención, no fueron ni mucho menos las únicas.

Como señalábamos en nuestra primera entrega, el templo fue transferido a la diócesis en 1998, después de que la Compañía de Jesús retirara todo el ajuar litúrgico (ornamentos, custodias, vasos sagrados), y numerosos bienes muebles del templo.

Así sucedió con las imágenes de santos jesuitas colocadas sobre la columnata del presbiterio. Las imágenes originales habían sido destruidas en su totalidad en el incendio provocado por las turbas en el año 1930, o en los aciagos días de la guerra civil. Tras el retorno de la Compañía de Jesús, en 1939, se inició la reposición de las imágenes.


Para ello se volvió a contar con la generosidad y desprendimiento de los gijoneses. Así el 31 de julio de 1941 se instalaba en el templo esta nueva imagen de San Ignacio, donada por las congregaciones marianas con sede en la iglesia, o por mejor decir por los gijoneses que las integraban. Esta talla, como la de San Francisco Javier, era obra de los prestigiosos talleres de arte Granda de Madrid. Hoy ambas se encuentran en la capilla del colegio gijonés de la Inmaculada, dejándonos el consuelo de que al menos no hayan salido del concejo. Respecto a las restantes imágenes de santos jesuitas parece que algunas estaban prácticamente destrozadas por la carcoma, y otras fueron trasladadas a la clausura del mismo colegio.


También procedía de los talleres de arte Granda la imagen del Sagrado Corazón que presidió durante años, en la década de los cuarenta del pasado siglo, el altar del templo. Posteriormente se encargó una de mayor tamaño, que es la que hoy conocemos y aún se conserva, que fue realizada por el escultor jesuita P. Punín, S.J. La imagen de Granda fue trasladada a la basílica de Loyola, donde todavía preside el altar lateral dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, como puede apreciarse en la fotografía.


La capilla del colegio de la Inmaculada ha sido también el destino de otros elementos de la popular Iglesiona. Es el caso de los bellos ángeles de madera que coronaban los extremos del comulgatorio del templo, que tras la retirada del mismo (que hoy sin duda juzgaríamos apresurada y poco acertada) fruto de los afanes reformadores de los años 70, acompañaron después algún tiempo la imagen del Cristo de Blay. Hoy se encuentran en el suelo del presbiterio de la capilla colegial, algo desubicados y en una anacrónica disposición.


Idéntico destino han conocido los ricos candelabros dorados que custodiaban la imagen de la Virgen de Covadonga, y que habían sido donados también gracias al esfuerzo de las congregaciones marianas gijonesas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario